Los pasados días 20 de Julio y 6 de setiembre, nos dejaban José María Ormaetxea y Alfonso Gorroñogoitia, respectivamente, dos personas muy destacadas del cooperativismo en Mondragón.
Nacidos en el pueblo de Mondragón, compartieron estudios como aprendices en la Unión Cerrajera de Mondragón, donde ambos cursaron estudios de Maestro Industrial Mecánico. Posteriormente accedieron a formación superior, Perito Químico José María y Perito Industrial Eléctrico Alfonso.
Una vida dedicada al cooperativismo vasco
Tan solo dos años de edad los separaban, lo cual supongo que propició que sus vidas se encontraran junto con la de otros tres hombres más, y con el Padre José María Arizmendiarrieta, allá por el año 1955, como socios fundadores de la primera cooperativa Ulgor, posteriormente Fagor, embrión de la actual Corporación MONDRAGON.
Sus destacadas vidas profesionales, discurrieron por empresas como Grupo Fagor S.Coop., Caja Laboral y la Corporación MONDRAGON, ostentando los cargos de presidentes de las mismas. En concreto Alfonso fue también presidente de la Federación de Cooperativas de Euskadi ERKIDE.
No he tenido la suerte ni el privilegio de conocerlos, y digo bien, porque durante estos últimos días todo lo que he escuchado de ellos han sido elogios, y no solo a sus carreras profesionales, sino a la altura que tenían como personas.
Destacar de ellos su alto compromiso, esfuerzo y tenacidad por impulsar el cooperativismo de Mondragón, en definitiva el cooperativismo vasco.
En su faceta profesional, recibieron numerosos reconocimientos de diversas instituciones como Gobierno Vasco, Diputación de Gipuzkoa ó Cámara Oficial de Comercio entre otras.
Durante su recorrido vital destacaron por la austeridad, la generosidad y la honradez, junto con unas fervientes convicciones religiosas, y un fuerte compromiso con la vida local de su Mondragón natal.
Hace pocos días una persona me decía, emocionada que, para ella, uno de estos hombres había sido su “padre cooperativo”. Lo que de estos dos hombres emanaba era una auténtica pasión por el modelo cooperativo.
Todas las pérdidas pesan, pero algunas más por la huella que dejan, y ese es el caso de estas dos vidas.
Rosa Lavín