En la primera jornada de SSI Berriketan hemos contado con Fernando Fantova. Una hora de conversación que tienes disponible en YouTube, y que acompañamos de unas palabras de Fernando, que ha querido de esta manera, hacer una reflexión sobre las principales cuestiones que se trataron durante el directo y las preguntas y comentarios que surgieron y, algunas, quedaron sin atender.

SSI Berriketan – ¿Un modelo de bienestar más comunitario? El papel de la comunidad, con Fernando Fantova y Karmele Acedo.

La comunidad: miedo, inercia, poder y confianza en mitad de la pandemia.

Una mariposa aleteó, al parecer, hace algunos meses, en Wuhan, China. Desde entonces, los cambios en cadena o efectos en racimo que se han ido desencadenando y se siguen desencadenando son rápidos y complejos, representan un enorme desafío para nuestra capacidad individual y colectiva de comprensión y de reacción. El esfuerzo por diferenciar y relacionar niveles e instrumentos de análisis e intervención es costoso y, a la vez, necesario.

Nos preguntamos, por ejemplo, por las emociones colectivas que pueden llegar a predominar y por sus consecuencias.

Algunas personas perciben, especialmente, miedo. Un miedo que, posiblemente, lleve a comportamientos de sumisión ante el poder y de agresión a personas débiles o vulnerables que se presenten o sean presentadas como amenaza. En otros casos, se nos dice, el sentimiento y la conciencia de nuestra vulnerabilidad e interdependencia puede ser un buen caldo de cultivo para dinámicas de reciprocidad, generosidad, solidaridad o colaboración. Sea como fuere, ese plano de los afectos y los valores resulta particularmente inabordable. Parece que hemos de hablar de realidades algo más tangibles.

Aquí surge la pregunta sobre artefactos institucionales en las que estamos inmersas: el tercer sector de acción social, los servicios sociales municipales u otros. Al mirar a esas organizaciones, y al mirarnos dentro de ellas, nos damos cuenta de que tenemos una gran inercia institucional, una poderosa autorreferencialidad que nos hace difícil imaginar cambios en funciones y relaciones. Ahí, una clave sería empezar por profundizar en el análisis sobre el valor que aportamos, en su visión más esencial, sin confundir necesidades con satisfactores, para explorar después, quizá, formas inéditas de generarlo, darle forma, proyectarlo y compartirlo. Usando una expresión conocida: pensando fuera de la caja.

Al respecto, seguramente, la tecnología (digital o no) no será, seguramente, la primera respuesta. Intentar hacer lo que ya hacíamos, sólo que telemáticamente, es, seguramente, lo primero que se nos ocurre, pero sabemos que es tan sólo una primera reacción, seguramente insuficiente y engañosa. Las tecnologías, y específicamente las digitales, van a estar ahí, pero no resuelven la pregunta, fundamental, ahora descarnadamente fundamental, por las relaciones inequitativas de poder.

Y entonces volvemos a la comunidad, a las comunidades: a las imprescindibles relaciones de confianza interpersonal construida que están en el corazón de cualquier proceso social.

Ningún individualismo líquido de garrafón va a borrar de nuestro paladar el gusto inconfundible de los cuidados recibidos, de las caricias deseadas, de los abrazos fraternos. No es impensable un futuro distópico de deshumanización tecnológica, pero, de momento, en esta emergencia, los seres humanos que ahora poblamos la tierra, esta tierra, en esta experiencia inédita, quizá, en palabras de Humberto Maturana y Francisco Varela, escritas hace un cuarto de siglo, estamos viendo

“que como humanos sólo tenemos el mundo que creamos con otros. A ese acto de ampliar nuestro dominio cognoscitivo reflexivo, que siempre implica experiencia novedosa, podemos llegar, ya porque razonamos hacia ello, o bien, y más directamente, porque alguna circunstancia nos lleva a mirar al otro como un igual, en un acto que habitualmente llamamos de amor. Pero, más aún, esto mismo nos permite darnos cuenta de que el amor, o si no queremos usar una palabra tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social: sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad”.